jueves, 5 de diciembre de 2013

Edgar Brito

LOS DESAUCIADOS ESCLAVOS REPTILIANOS


En alguna parte del Universo, entre tantos cientos de galaxias existe un planeta desolado y abatido llamado Nairobi, el cual hace no más de 50 años era un bello lugar, poblado con una extraordinaria diversidad de fauna altamente resistente a los cambios drásticos del clima, y flora que crecía y se regeneraba cada 1/8 de temporada estrellar, excepto cuando el planeta se encontraba cerca de la estrella luminosa incandescente TGK-249, en su órbita alrededor de ella, ya que recibiendo tan cerca eso destellos luminosos, la flora delicada de dicho planeta no podría soportar esas condiciones, por lo tanto se regeneraba tan pronto como se pudría y se quemaba, crecía hasta la tercera parte en comparación a otras ocasiones en otras temporadas.
Los habitantes que poblaban ese planeta fueron creados biológicamente con ayuda de su avanzada ciencia por el Doctor Matheus Lorphic III. Eran esclavos y vivían en aldeas que ellos mismos construían debajo del suelo en forma de grutas. Seres con sólo 2 géneros sexuales, las nairobitas y los nairobenses, que eran los esclavos reptilianos. Los nairobenses, seres con poca inteligencia pero de gran condición física especialmente para los trabajos pesados; su tarea era encontrar bajo las profundidades del subsuelo nairobiano abastecimientos considerables de combustible para las exploraciones espaciales de los reptilianos de alto rango, de esta manera sus amos sólo se dedicaban a planear estrategias en su afán de conquistar cada uno de los planetas del cosmos. Mientras tanto, las nairobitas sólo se dedicaban a recolectar alimentos para éstas nutrirse y a sus respectivas parejas después de las largas jornadas de trabajo que tenían.  Sus opresores, reptilianos con mayor rango y sin género sexual, vivían en un planeta vecino a Nairobi, llamado Nibiru, el cual no era tan bello como el que servía de hogar a los esclavos, pero también les abastecía lo suficiente para poder subsistir.  
Cada temporada estrellar eran relegados hacia Nairobi algunos inspectores, también creados por el Doctor Matheus especialmente para eso, ya que no tenían la fisionomía de los esclavos, pero tenían asombrosos poderes mentales y practicaban la alquimia y la telequinesis, también tenían la habilidad de comunicarse por medio de la telepatía con sus compañeros inspectores y eran asexuales. Sólo se dedicaban a vigilar la convivencia y a exigir más eficacia en las labores a los nairobenses.
En alguna ocasión un par de inspectores reportaron en su bitácora que había irregularidades en el comportamiento de los esclavos, ya que en algunas grutas a veces vivían hasta 3 nairobenses juntos y 3 nairobitas juntas y mostraban mucho afecto entre sí. Esto llegó hasta el Emperador Supremo Martus Pringler y ocasionó una fuerte molestia del monarca. Cada vez había menor extracción de combustible, variaba entre 3% y 6% cada temporada estrellar y era algo que angustiaba al Emperador. Al no comprender ese comportamiento de los esclavos, llamó al Doctor Matheus y pidió explicaciones, a lo que el Doctor no supo el porqué del comportamiento anormal de los habitantes de Nairobi, pero estaba seguro de que eso era lo que de alguna manera afectaba la producción en la extracción de combustible. El Doctor pidió al monarca que le dejara con vida y prometió que arreglaría ese problema antes de la próxima partida de los guerreros hacia el Sistema Solar para conquistar el planeta Tierra. El monarca le concedió el perdón ya que era el mejor médico, científico e inventor de la raza reptiliana y le otorgó la confianza para arreglar el problema. El Doctor observó la vida cotidiana de un par de nairobitas que vivían juntas, le pareció una aberración asquerosa el hecho de que trataban de aparearse pese a tener órganos sexuales idénticos. Determinó que lo mejor era abducirlas para estudiar el cerebro de cada una de ellas, y lo hizo, pero no encontró ningún tipo de atrofia, se dispuso a examinar el corazón de cada una y tampoco encontró anormalidades. Tenía esa duda terrible que probablemente le costara la vida si no hacía que las cosas volvieran a la normalidad. Entonces decidió confinarlas en celdas separadas como prisioneras, lo mismo hizo con las demás nairobitas y
nairobenses que mostraban un comportamiento similar, descendió la población obrera en un 15% y explicó al monarca que la producción en la extracción de combustible ya no bajaría más, pero que tampoco se iba a poder regularizar esa producción a corto plazo. El monarca entendió pero le ordenó que repusiera ese 15% y creara a seres más eficientes y asexuales, el Doctor aceptó gustoso al saber que seguiría con vida  e hizo lo que el monarca le ordenó. Creó a seres asexuales, sin más inteligencia que la necesaria, dotados de inmunidad dentro de ese planeta Nairobi, relegados al hemisferio occidental mientras que los primeros nairobianos y nairobitas fueron mandados al hemisferio oriental.
Se preparaba la expedición hacia el Sistema Solar, el objetivo era conquistar el planeta Tierra, para eso pidieron registros a reptilianos que previamente habían sido mandados a la Tierra para convivir y estudiar a los terrícolas. Éstos dieron el visto bueno para que iniciara la operación “rata enjaulada”, que era aprisionar a los terrícolas en cápsula para después ser exterminados. El Emperador comandaba la invasión hacia el planeta, sus naves eran imposibles de ver para el ojo humano así que ningún ser humano se dio cuenta del arribo al cielo del planeta de estos extraños enemigos. Los guerreros que debían conquistar el planeta eran seres sumamente sanguinarios y sádicos, gozaban del sufrimiento que le ocasionaban a otros seres. Cuando estaban en camino para instalar su base en una región despoblada de Rusia, pasaron por el cielo de España y el Emperador vio algo que lo dejó perplejo, eran seres humanos que corrían en un rectángulo color verde y pateaban una esfera que trataban de introducir a una cavidad rectangular con paredes de red, sólo utilizando su extremidades inferiores y su cabeza en algunas ocasiones. No comprendió lo que era pero quedó fascinado, creyó que era un ritual, pero a la vez lo dudó porque habían miles de personas viendo lo que hacían esos 23 seres humanos en ese rectángulo verde, no quiso quedarse con la duda y preguntó a los reptilianos que habían sido previamente enviados al planeta a registrar, le dijeron que eso se llamaba deporte y era conocido como “fútbol” y que el objetivo era introducir la esfera en la cavidad rectangular, eso se llamaba “gol” y para ganar, un equipo debía meter más goles que el otro. El monarca cada vez pedía más explicaciones acerca de esa maravillosa práctica, y no podía comprender cómo esos seres podían mantener el equilibrio sin tener una cola que sirviera como un tercer punto de apoyo y aun así corrían a una velocidad impresionante.
Naves que se habían adelantado ya estaban establecidas en la región de Chukotka en Rusia y se comunicaron con el monarca para avisarle, el Emperador ordenó que no iniciaran con la conquista hasta que él diera el aviso oficial y que mientras se establecieran de la mejor forma posible.  El monarca se planteó dejar vivir a esa raza y abandonar esa misión porque no quería acabar con esa práctica que tanto le había agradado. Por lo que pidió al Doctor Matheus que lo convirtiera en un ser humano y le diera la capacidad de comunicarse y entender el idioma de esa región donde vio tal demostración. El Doctor lo convirtió en humano y ya con la apariencia física como de cualquier persona común le preguntó a un transeúnte acerca del fútbol, pero esa persona dijo que no le gustaba ese deporte, el monarca ante tal respuesta quedó atónito, «« Pero, cómo puede ser eso, que no le guste a alguien el fútbol »», exclamaba, y se sorprendía. Pasaban y pasaban personas y le contestaban lo mismo. Otra persona que vestía con poca ropa y de color rosado y morado le dijo que esa era una práctica de estúpidos, y el monarca se quedó indignado pero ya no le dijo nada. El monarca no podía comprender que en esa pequeña región donde circulaban muchas personas vestidas de manera extraña y que cargaban carteles que exigían libertades no les gustara el fútbol. Siguió caminando y escuchó un grito al unísono que juntaba la voz de varias personas, «« ¡Gooooool! »», gritaban. Se apresuró para entrar a ese lugar y se encontró con varias personas vistiendo ropa similar viendo un aparato que parecía como un radar pero se veía mucho movimiento y se escuchaban voces de personas relatando lo que ocurría. Se dio cuenta de que era fútbol, esas personas veían fútbol a través de ese aparato extraño y se mostraban muy entusiasmadas. «« ¿Cuáles son esos equipos? »», le preguntó a uno de los que estaban junto a él, a lo que el hombre le respondió —Barcelona contra Real Madrid, el clásico español—, dijo. — ¿Cuántos equipos hay? —Preguntó el invasor—. ««Aquí en España hay 20 equipos de primera división, pero también hay divisiones de menor prestigio, como la Liga Adelante donde también hay 20 equipos, casi en cada país hay Liga de Fútbol Profesional con sus respectivos equipos. Yo vengo de México, allá hay 18 equipos en la primera división y 15 equipos en la siguiente categoría »», replicó el humano. El monarca le preguntó su nombre y esa persona, ««soy Edy Britto»», respondió, — ¿y tú?—. ««Yo soy el Emperad… no, no, es un chiste, soy Martus Pringler»», objetó con una sonrisa nerviosa. Edy Britto no le tomó mayor importancia y siguieron viendo el partido de fútbol que terminó con victoria del Barcelona (1 – 0) contra Real Madrid. Ya finalizado el partido, Edy invitó al suplantador monarca reptiliano a su marcha anti diversidad sexual. Edy era líder del movimiento “ADSPMS” que significaba “Anti Diversidad Sexual Por un Mundo Sano”.
El monarca preguntó qué era lo que exigían Edy y sus seguidores, a lo que Edy respondió tajantemente  «« ¡Que sean exterminados los maricones en todas las partes del mundo! »», el monarca no entendió y pidió una explicación más clara. Edy un poco frustrado ante la ignorancia de Martus, justificó «« Que sean exterminados todos los homosexuales, lesbianas, transexuales, transgéneros y bisexuales, ya que lo que hacen son aberraciones contra Dios y contra la naturaleza, hombre y mujer nos crearon, no es cuestión de tolerancia, es cuestión de respeto, queremos un mundo más sano, al exterminar a esas personas disminuiría notablemente el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, habría más recursos y menor demanda de trabajo »».  El Emperador recordó lo que ocurría en el planeta Nairobi con sus esclavos, que se comportaban de manera similar al comportamiento de las personas que Edy trataba de exterminar.
— ¿Eso que dices puede arreglarse? —, cuestionó el reptil humanoide.
— No tiene cura, la única solución es exterminarlos como cucarachas —, concretó Edy con una sonrisa socarrona en el rostro.    
Martus le comentó que antes de llegar a aquel bar donde se encontró a Edy, vio a una muchedumbre vestidos de manera extraña con careles exigiendo algo. «« Son esos cerdos a los que queremos exterminar »», dijo un amigo de Edy que los acompañaba. — Somos 46% los que estamos a favor de un mundo más sano, el resto defiende a esos asquerosos—. Marthus le dijo que les preguntaba acerca del fútbol y a ninguno le interesaba, y Edy se molestó y le advirtió que era peligroso que lo vieran junto a esos sodomitas, lo podrían confundir con algún maricón y pudieron hasta haberlo asesinado. El Emperador agradecido por la accesibilidad de Edy le dijo la verdad, que provenía del planeta Nibiru en otro Sistema Solar, pero el líder anti gay no lo creía, entonces Martus le mostró algunas escamas en su piel y la protuberancia en el coxis donde había desaparecido su cola de reptil. Edy quedó asombrado y le cuestionó acerca de su arribo a la Tierra. «« Queríamos conquistar este planeta pero soy incapaz de hacer eso en un lugar donde se practica algo tan extraordinario como el fútbol »», — Además me dijiste lo que se debe hacer con las anormalidades sexuales de los seres vivos—. «« Teníamos un problema similar con nuestros esclavos, creímos que tenía solución pero veo que lo que se debe hacer es eliminarlos, gracias a ti ahora sé qué es lo que debemos hacer. Y te voy a recompensar, me dices que quieres que los llamados “maricones” sean exterminados, te voy a facilitar eso, te daré armas de más avanzada tecnología, haré que te adiestren para que sepas utilizarlas y los extermines de una forma fácil y eficiente. Pero con la condición de que me enseñes esa práctica del fútbol y también retiraré las tropas armadas de este planeta. En otra situación la mitad del planeta estaría despoblado pero el fútbol los ha salvado. Avisaré al comandante Rebiu Qwelle que nos retiramos de tu planeta, pero si dices algo de esto yo vengo personalmente y te extermino »», Edy asintió con la cabeza y vio cómo se desaparecía el monarca al presionar un botón de un aparato similar a un control remoto.
El Emperador Martus regresó con toda su gente al planeta Nibiru y ordenó a las tropas que exterminaran a todos los esclavos, ya no necesitarían combustible para viajar al espacio, desde ahora se dedicarían a practicar fútbol, el planeta Nairobi quedó muy deteriorado y ahora es un lugar inhóspito, con un suelo erosionado y sin fauna ni flora, ningún tipo de ser vivo habitándolo. Mientras tanto en la Tierra ya no existen gays, Edy Britto ha pasado a la inmortalidad porque fue el que se atrevió a hacer lo inimaginable, a sacar el cáncer de la sociedad y arrancar la hierba mala de raíz. Es así como la homofobia junto al fútbol pueden lograr que dos mundos diferentes se conviertan en una especie de utopía, la Tierra donde un hombre se acuesta con su mujer, se disfruta de ver el fútbol cada fin de semana, ya no se observa un espectáculo asqueroso de dos sodomitas dándose amor en plena calle, donde ya la gente puede caminar por la calle sin la incomodidad de que un gay se quede mirando el paquete a un hombre, y Nairobi donde el gusto de Martus por el fútbol los convirtió en seres menos hostiles, que dejaron su ambición de conquistar todo el Universo para dedicarse al deporte y al arte.
Mientras tanto lo que ha sido de la vida de Edy, pues ha comprado un palco en el Estadio del Barcelona, cada dos semanas disfruta del gran espectáculo del fútbol y ha recibido el Premio del Príncipe de Asturias, es un hombre que por su amor al fútbol y su afán de defender lo correcto, salvó a su planeta de un terrible destino y a más planetas de un destino atroz al congeniar con un Emperador de otro mundo. (surrealismo)
Edgar Brito Linares



BRONKHORST

¡Aaah! ¡Pero qué rayos! El voladero, Dios mío, ¡nooooo!…
— ¿Qué hago aquí? —. Apenas puedo moverme, tengo hambre, sed, me duelen la cabeza y el costado, también me cuesta mantenerme de pie. — ¿Qué es este lugar?—, es tan raro. — ¿Dónde estoy?—. Nunca había estado aquí, o por lo menos no que yo lo recuerde. No se ve ni alma por aquí cerca, se escuchan ruidos de insectos, no veo animales rastreros, ni aves, pero puedo oír silbidos muy lejos de este sitio. Buscaré a alguien, para pedirle comida y algo de beber primeramente antes que nada.
No encuentro a nadie, pero por fortuna ya estoy cerca de una laguna, espero que no haya lagartos ni serpientes cerca, debo beber agua. — ¡Qué bien!—, hay una rama seca a la vuelta de esa roca, la sacudiré para cerciorarme de que no alberga arañas u otros insectos que puedan pincharme o morderme. Bueno, ya tengo una rama y eso es bueno, le arrancaré las ramitas más pequeñas que emergen de ella, la quiero lisa, necesito protegerme.  
Ya estoy en la laguna, no distingo animales peligrosos cerca pero hay muchos mosquitos que me fastidian, aunque la abundancia de moscos no me importa en demasía, mientras pueda beber agua. — ¡Qué alivio!—. He saciado mi sed y me calmó un poco el hambre haber comido algas que crecían en la parte menos profunda, no tengo nada para poder pescar y dudo que haya pescados aquí y a esta hora. El Sol está por meterse, apenas sobrepasa la cima de esa colina, lo que se me hace extraño es que porqué el sol se oculta de ese lado, se supone que se oculta por el oeste y lo veo posicionado hacia el norte. — ¿Dónde estoy? —. Me siento débil pero vivo, estoy seguro de que no estoy muerto y no estoy en el infierno.
Ya se siente frío, un frío intenso, denso, inmenso y cruel, sólo tengo puesto un pantalón con la parte de la rodilla izquierda desgarrada, tenis, calcetines y una playera normal. No tengo identificaciones, ni reloj, mucho menos dinero. No tengo nada para taparme del frío, voy a morir Dios mío, si no muero de una hipotermia será de un ataque de un animal salvaje, o de hambre, me siento vulnerable, como un bebé que no puede conseguir su propio alimento. Extraño a mi papá y a mi mamá, ahora estaría viendo mi programa favorito y estaría cenando en mi cálido hogar. Pero cómo llegué aquí, quién me trajo, esto es absurdo, lo último que recuerdo fue que iba solo manejando el auto de mi padre, pero no recuerdo más.
Pasaré esta noche a la intemperie, no me quiero refugiar en las grutas porque temo ser atacado por un oso o que ahí se oculten serpientes o murciélagos. No logro conciliar el sueño, hace frío y he introducido mis brazos dentro de la playera y las tengo extendidas a lo largo de mi dorso, para que mi playera me tape cubra. Si despierto espero encontrar a alguien gentil mañana.
Ya amaneció, desperté por los destellos del sol sobre mi cara, pero ahora siento malestar general, me urge encontrar a alguien. Antes de partir beberé suficiente agua y caminaré hacia el norte, con dirección al Sol para calentar un poco mi organismo y ver si encuentro algo para comer, aunque sea una lagartija, pero dudo poder capturarla, son muy veloces y estoy débil. Me siento cansado, no he encontrado alimento y ya tengo sed de nuevo, calculo haber caminado unos seis kilómetros, mis piernas están vencidas pero mi espíritu está fortalecido, estoy convencido de que sobreviviré pese a estas adversidades para después regresar a casa con mis padres y mi hermano. Dios mío — ¿por qué me has abandonado?—.
No he comido nada en dos días, ahora conozco que se siente tener hambre y lo afortunado que era viviendo con mis padres, creo que nunca valoré lo que tenía, ahora estoy solo y debo sobrevivir por mi cuenta, aunque por otra parte, me siento acompañado, sé que no hay nadie pero un sentimiento extraño me dice que no estoy solo. Buscaré rocas y hojas secas, de las más rugosas que encuentre, necesito hacer fuego para calentarme hoy por la noche. Hallé cerca de 20 rocas, ya he tallado cada una contra cualquier otra infinidad de veces y no logro hacer que de la ficción surjan chispas que enciendan las hojas secas para crear fuego. Calculo que ya son como las 7 de la tarde-noche, hoy caminé unos ocho km y ya no pienso caminar más, esta roca es confortable, aquí dormiré esta noche, pido a Dios que no refresque tanto el clima como ayer. Estoy tan agotado que seguro dormiré fácilmente pese al frío. ¿Ya amaneció? Aún está obscuro, pero se escuchan sonidos raros no muy lejos de donde me encuentro. No sé si huir o ir a ver, probablemente sean personas, lo que desconozco es si son personas gentiles. Me debo arriesgar, rezaré una oración que mi madre me dio que sirve para ahuyentar enemigos y encontrar trabajo, pero por ahora quiero lo primero: “Con dos te miro y con tres te ato, la sangre te bebo y el corazón te parto. Sangre de Cristo, valedme y ayudarme, Costado de Cristo, ayúdame a retirar las malas voluntades que haya a mi alrededor. Amén”; y ahora debo proseguir con tres padres nuestros: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén.”(x 3).
Ahora pediré que no me hagan daño esas personas y que me ayuden.
He llegado hacia el lugar de donde provienen los ruidos extraños, son campos verdes, varios campos verdes, no como los de fútbol o béisbol, estos parecen ser de sembradíos. Estiro el cuello, salto, pero no veo a nadie. Me acercaré más, estos campos no se ven abandonados, seguro que hay personas que están a su cuidado.
— ¡Excelente!— Ahí hay un señor, al fin encuentro a alguien, espero que sea buena gente y me ayude. Me acercaré sigilosamente hacia él, dejaré aquí mi rama, no quiero que piense que tengo intenciones de atacarle. — Señor, buenos días—, le digo (pero escucho que es otro idioma o dialecto diferente el que estoy hablando). — ¡Pero qué rayos!— Yo articulé los labios y la lengua de manera que hablaba en español, qué idioma es este tan diferente. ««Cómo he de estar, trabajando y agotado por tanto trabajo»» replicó, y tú, — de dónde saliste—, no te he visto nunca por estos lugares, — ¿eres extranjero?—. Por tu color de piel me doy cuenta que no eres de acá”. El Señor hablaba en el mismo idioma que salió de mi boca cuando yo le saludé, eran palabras totalmente diferentes a las del idioma castellano pero lo más curioso y raro era que yo comprendía perfectamente lo que me comunicaba. Procedí a cuestionarle del lugar: — Señor, ¿dónde estamos?—, nunca había visitado este lugar. ««Estás en un lugar que no conoces»», — ¿entonces cómo llegaste aquí?—. ««Estabas drogado y caminaste en la noche, seguro eso te pasa, vago irresponsable»», añadió. — No Señor, no tengo idea de cómo he llegado aquí, llevo días sin comer y padeciendo frío por las noches—, justifiqué. Pero, — ¿cómo se llama este lugar?—. ««Muchacho, esto es un sembradío, cultivamos diversos vegetales, como patatas, lechugas y coles»». — ¡Estamos en la provincia de Gelderland! Aunque todos los que trabajamos estas tierras vivimos en el poblado de Bronkhorst—, exclamaba mientras secaba el sudor de su arrugada frente.  
— ¡Dios mío!—. Por qué estoy en este lugar, el nombre del poblado es como el apellido de aquel ex futbolista holandés Giovanni Van Bronkhorst que jugara para el Barcelona y para el Feyenoord. Tengo miedo y me invade una incertidumbre que envuelve una serie de preguntas trascendentes:
— ¿Qué será de mi calidad de vida tan lejos de México?... — ¿Qué será de mi familia?... — ¿Qué será de mi madre y mi padre?... — ¿Qué será de mí sin la escuela?... — ¿Qué será de mí aquí?... Veo al señor, el cual era un hombre mayor de unos 70 años, alto, cabello cano, camisa a cuadros, pantalón estilo peto, arrugada piel blanca, nada que ver su fisionomía con la de un hombre mexicano.
Sigo sufriendo hambre y le pido alimento a ese hombre.  Señor, tengo mucha hambre, ¿me puede reglar algo para comer?, por favor”. El hombre me mira, me señala con su largo dedo índice a otro sembradío. — Allá hay patatas—, me dice, —desentierra algunas y cómelas, o si prefieres ayúdame a terminar y te invito a mi hogar a comer algo, pero de todos modos ve a desenterrar unas veinte patatas—.
Le hice caso, pero desenterré veintidós patatas, un par más de las que me indicó, yo creo que es mejor que la comida se quede, a que uno se quede sin comida.
Estuve ayudándolo a labrar la tierra, terminamos pronto y muy sucios, aunque yo aún más sucio y hediondo porque tenía días sin lavarme. En el transcurso hacia la casa de este hombre, le pregunté su nombre, me dijo que se llama “John Van’t Schip” y le dije que soy Edy Brito. Llegamos a su casa, era humilde, pequeña pero acogedora. Le pregunté por su familia, me dijo que es viudo y vive solo, tiene un hijo llamado Arjen pero que se fue hace varios años a estudiar medicina a una ciudad más grande, que no sabía más de él. Me ofreció algunas moras y acepté gustoso, era lo más delicioso que había probado, degustar algo dulce y jugoso estando hambriento era una delicia. Le ayudé un poco a cocinar un estofado de patatas, zanahorias y coles y eso comimos ese día. Yo comí cinco platos de eso, él solamente dos, si bien no sabía delicioso lo importante era saciar mi hambre. Para beber me ofreció una bebida parecida al vino, él mismo la preparaba, eran moras fermentadas que mediante un proceso químico se convierten en un porcentaje considerable de alcohol mezcladas con agua y trozos de corteza de árboles, tapadas totalmente en un barril de madera. La bebida sabía bien, pero al ser de carácter alcohólica sólo bebimos un vaso pequeño cada uno y vasos más grandes de agua de mora que yo preparé. El Señor Van’t Schip me preguntó si yo tenía dónde quedarme, eso más bien era una invitación implícita de darme asilo en su hogar. Yo le dije que no, no le quise platicar la verdad, que yo soy mexicano y no sé cómo aparecí en Holanda, por temor a que me tildara de loco. Argumenté que me golpeé la cabeza y tenía amnesia, no recordaba nada de mi pasado.  
John me dijo que era muy difícil salir de esa región porque aún había conflictos de guerra, que mientras yo me encontrara en esas circunstancias podía quedarme el tiempo que yo quisiera en su casa, siempre y cuando le ayudara a labrar y trabajar sus tierras; yo acepté. Vivíamos en un poblado pequeño, de apenas unas 90 personas, todos se conocían entre sí y yo era la novedad, aunque no me trataban muy bien porque mi color de piel es más oscuro y la mayoría tenían tendencias racistas, pero el señor Van’t Schip no, tuve suerte de haberme encontrado con un hombre así, por eso le doy muchas gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino. El Señor John dormía en una recámara grande, me dio dos cobijas que olían a humedad y las sacudió para quitarles el polvo. Se dirigió hacia otra habitación un tanto desordenada y me dijo que yo podía dormir ahí, a mí no me agradaba tanto la idea pero era mejor que dormir afuera y pasando frío así que con una sonrisa fingida le agradecí. Revisé bien las cobijas, que no tuvieran insectos o arañas que pudieran hacerme daño, sacudí bien el catre, me saqué la playera, la hice bola y la puse como almohada. Me disponía a dormir cuando vi un globo terráqueo sobre un viejo escritorio empolvado. Era un globo terráqueo antiguo pero en buenas condiciones, aún venía la URSS y Yugoslavia.
Aún no amanecía y John tocó un par de veces la puerta de la recámara donde me hospedaba. «« ¡Britooo! Ya vámonos a trabajar las tierras »», gritó. Yo no estaba acostumbrado a despertar de madrugada, pero lo hice por necesidad y compromiso. Antes de partir hacia los sembradíos bebimos agua y comimos un pan y algunas moras cada uno. Pasó el día, trabajamos, ya de regreso a su casa le pregunté si tenía libros de tecnología para leer y él me dijo que tenía algunos por ahí arrumbados que pertenecían a su hijo. Llegamos a su casa, me lavé las axilas y la cabeza, también mis partes nobles y el Señor Van’t Schip me regaló una loción que él preparaba, a mí no me gustaba tanto el olor pero ocultaba el hedor del sudor y eso era magnífico. Después de comer en la tarde, John me dijo que buscara en una pila de libros los que yo quisiera para leer, encontré uno de tecnología y avances, no decía nada de smarthphones, televisores de lcd o de autos deportivos. Sólo mencionaba la imprenta y demás inventos viejos. Me entró una duda enorme, el libro decía que era de 1950. Le pregunté el año en el que estábamos al Señor Van’t Schip, se sorprendió que ni siquiera yo pudiera recordar el año. «« Estamos en el año de 1984 »», me dijo.   ¡Y yo todavía ni nacía! Por qué viajé al pasado y a un lugar que jamás imaginaría, esa no era mi realidad, iba a volverme loco, yo no pertenecía a esa época. Yo vivo en el 2013, no en el ’84. Obviamente no le mencioné nada a John, ahora no podía irme a México ni aunque pudiera, mi hermano mayor tendría unos tres años y mi hermana dos, mis padres más jóvenes. Estaba atrapado en una realidad, en una época y lugar equivocados. Me iba a quedar toda la vida ahí en Bronkhorst, no había salida, además no tenía identificaciones, no me dejarían salir de Holanda, no hay embajada mexicana que pudiera socorrerme en este país.
Empiezo a sentirme mal, huele raro, como esos detergentes de los consultorios dentales y escucho voces del exterior que se adentran en mi cabeza, y me siento  débil de nuevo, le he dicho a John cómo me siento, pero él cree que es una excusa artera para no acompañarlo a trabajar. Hoy se fue solo y refunfuñando, ni me dijo que lo acompañara, yo me siento débil, sin ganas de hacer nada y escucho voces, pero no distingo lo que dicen, siento también una cercanía fraternal, como si me acompañaran mi padre y madre, pero era imposible porque ellos estaban en México. Siento que muero, John aún no llega y quisiera agradecerle todo lo que hizo por mí, en mi nariz puedo sentir por dentro como si me hubiese sido introducido algo y respiro un aire más puro, también escucho sonidos agudos, como los que hacían los celulares de hace unos 6 años al presionar las teclas, ese sonidito como de “vip, vip, vip”. Me siento mucho más débil, me estoy muriendo, le rezo a Dios, le pido perdón por todos mis pecados, estoy agonizando. He muerto…

— Ha salido de la terapia intensiva señora, ahora se encuentra estable—, escucho.
Noto que una mujer llora, solloza pero no creo que de dolor, es un sollozo acompañado de un tono de alegría, puedo sentir que alguien sujeta mi mano, me dice algo, con una voz muy familiar, conozco esa voz, es la voz de mi madre. ¿Dónde estoy ahora? Creo que mi madre está junto a mí y huele a desinfectante, siento las articulaciones rígidas e intento doblar mis codos y me duele. Escucho una voz más fuerte, —mi muchacho, mi muchacho, mi cabrón—, llorando y con la voz quebrantada con un tono de felicidad. Pero si, es, es la voz de mi padre, estoy seguro. Por qué no puedo abrir los ojos, puedo escuchar perfectamente pero no puedo abrir los ojos ni hablar. Me están sacando algo de la nariz, ¡aaah, duele cabrones! Pero ahora la nariz la tengo más despejada, se siente mejor y puedo respirar por mí mismo. Creo que alguien se acerca a mí, me dice que despierte, y yo quiero hacerlo pero me es imposible, tampoco le puedo responder y ahora no sé en qué idioma le hablaré, si en holandés o en español, que yo me imagino que en español porque me hablan en ese idioma. Intentaré abrir los ojos, no me vas a ganar maldito sueño. Abrí los ojos al fin, veo a mi madre y a mi padre tomados de la mano, yo estoy recostado en una camilla de hospital. — Madre, padre—, es lo primero que digo, — ¿qué hacemos aquí?—, cuestiono. Ellos se ponen felices, tal como me pondría yo si México ganara un Mundial mayor del fútbol, me responde. — Hijo, ya despertaste, por fin, estabas grave, en terapia intensiva, luego te fuiste recuperando—, me dice mi padre con singular alegría. — ¡Vieja, ve por el doctor!, refiriéndose a mi madre. — Ahorita vengo, no me tardo, voy por el médico—, se levantó y fue a buscarlo. Mi padre me decía que estaba muy feliz de que yo estuviese recuperado. Llega mi madre con el médico y es tanta mi sorpresa que… — ¿Señor Van’t Schip?—, se me escapa decirle. Era muy parecido a John, tenían prácticamente la misma edad John y el médico. El doctor con asombro y con una redacción verbal un tanto mocha pero entendible: «« ¡Dígame! »», me dice. Por cierto, — ¿cómo es que tú me conoces?—. No recuerdo haber congeniado contigo, — ¿o me viste en alguna revista de medicina? —, decía inaudito.  — No doctor, es que usted se parece a una persona que conocí, lo confundí, disculpe —, justifiqué.
Estuve una semana más en observación, me dijeron que tuve un accidente automovilístico, que si no fuera por las bolsas de aire que brotaron del coche me hubiese fracturado el cráneo y que fui encontrado en un voladero a un lado de la carretera México-Querétaro. No recuerdo nada del accidente, pero me da gusto que ahora estoy bien. No quiero decirles lo que viví mientras estaba dormido, no van a creerme y qué tal si ahora me mandan a un hospital psiquiátrico, ¡aay no, qué horror!
El médico era muy parecido a John, era como verlo pero ahora con bata blanca y un estetoscopio colgando de su cuello. Era un profesional muy prestigioso, trabajaba en hospitales de élite en Europa, ¿por qué me atendía a mí en México?
En mi último día de observación charlé con él, le pregunté su nombre y dijo llamarse Arjen Van’t Schip, tal como se llamase el hijo de John. Le platiqué lo que viví en la otra realidad. Él me dijo que nació en Gelderland, su padre se llamaba John, su madre falleció de una extraña enfermedad cuando él tenía 8 años y es por eso que decidió ser médico y ayudar a las personas. Arjen creyó todo lo que le dije. Le pregunté qué sabía de su padre y me dijo que hace 15 años lo fue a ver, y su padre le platicó acerca de mí, de cómo mi llegada evitó que se suicidara a causa de la soledad, que resulté ser buena compañía, que ese último día que lo vi conoció a una mujer mayor igual que él, de la que se enamoró poco tiempo después; que ese último día que viví en su casa yo ya no estaba, no me había llevado nada, que le dejé la loción que me regaló. El médico me dijo que hace unas semanas buscó mi nombre en internet y en una noticia de un diario vio que un chico de nombre Edy Brito se accidentó en México. Por eso decidió venir a México durante un mes a trabajar sin sueldo, quería conocer a ese muchacho, quería conocerme. Dice que cuando me vio, yo era muy parecido a lo que su padre le contó de mí, no sabía cómo pero él estaba seguro de que se trataba de aquel chico que vivió con su padre años atrás. — Tu padre fue un buen hombre Arjen—, afirme. Siento mucho que ya no esté entre nosotros, le dije; el me respondió: — Cuando viví con él aprendí muchas cosas de la vida, ya no regresé en mucho tiempo por el bloqueo que había con los conflictos bélicos; lo sé, era el mejor—.
Le agradecí por haber llevado mi tratamiento, estreché su mano y me retiré con mi padre. No tengo intenciones de contarle a nadie más de esto, pero le doy gracias a la vida de que me permitió conocer a un hombre de bien y de buena voluntad como el Señor John Van’t Schip, aunque haya sido en una circunstancia tan peculiar. (surrealismo)

Edgar Brito Linares



Ella es


Estaba ella, esperándolo en el lugar de siempre, recargada junto a la pared, radiante como nunca, siempre luce radiante, la próxima vez también lucirá más, porque siempre es de esa manera, sin importar el clima y las diversas circunstancias que haya. Su peinado hermoso, con esos caireles negros como capulín, flequillo hasta un poco arriba de las cejas. Viste elegante, ropa fina, hoy trae de Oscar de la Renta, sus zapatillas tipo nude de marca LK Bennett, edición especial con incrustaciones de rubíes y zafiros azules, en medio de la flor que los adorna, blanca como un cisne, que cada uno que refleja un sentimiento de tranquilidad. Un hombre no debería saber de eso, en fin; yo lo sé porque después de irme de mala manera de la casa de mis padres sólo pude trabajar en una tienda departamental en una región económicamente rica, sólo personas como ella podía entrar y hacerse de tales ejemplares.

La veo siempre, yo trabajo junto a su mansión, soy empleado general, sirvo a la familia Kranevitter. Salgo a arreglar el jardín, siempre a la hora que sé que ella se va, sólo para mirarla de reojo, o entre las hojarascas que dejo más grandes a propósito, no quisiera que se diera cuenta que la observo, pensaría que soy un voyerista o algo peor y con su poderío económico puedo hasta parar a la cárcel.
  
Él siempre se tarda, me gusta ver cuando llega, en ese Porsche Boxter color rojo cereza, con capacidad sólo para dos personas; deportivo y veloz. Soy admirador de los autos, lo he visto llegar en otros, pero casi siempre trae ese rojo, también viene de una familia muy acaudalada ese hombre. Ambos tienen unos 23 años, les calculo tal edad porque hace poco se graduaron de la Universidad, yo asistí a la fiesta,  pero no como invitado, sino como mesero. Contrataron a chefs muy prestigiosos, llegados desde Francia, Italia y Brasil, prepararon carne de hipogrifo. Yo no conocía tal platillo, es exquisito, con razón es tan caro. Ellos la preparaban y los meseros la llevábamos hasta las mesas asignadas a cada familia. Esa vez me fue bien, con ese dinero que me pagaron llené mi nevera, compré algunas cosas para mi aseo personal y esa noche me acosté con alguna de las invitadas que se puso ebria.

Ya llegó él, hace sonar el claxon una vez, ella ya sabe que su novio está allí cuando escucha ese pitido, abre la reja con código de seguridad, sale y se encuentra con él, se saludan con un beso, o dos o tres, o más. Su novio siempre trae un dije de uña de dragón color negro con cadena de oro, tiene nexos comerciales con otras empresas de entretenimiento, alguna vez le regaló cortesías a los empleados de los otros colindantes de la casa de su novia, hasta yo salí beneficiado porque me invitaron y fui con ellos a ver el espectáculo de pegasos. La mujer y él trabajan juntos, en la empresa de embutidos del padre del muchacho; aunque él también se está involucrando en el negocio de su abuelo materno, que es el espectáculo mundial de pegasos. Es muy afortunado, es un hombre vigoroso, simpático, cortés, hasta alguna vez me saludó, tiene un carácter fortuito, pero ella es diez mil veces más hermosa que él.

Si tan solo yo me atreviera a pedirle perdón a mi padre rico, tendría tanto como él y no sería un miserable peón que observa a la vecina de sus patrones. Pero mientras me decido y lo pienso bien para volver, seguiré admirando a esa mujer, la despampanante musa ajena que con su belleza me motiva a quedarme sólo para seguir mirándola, tan radiante, hermosa y feliz. (realismo mágico)

Edgar Brito Linares

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